Cuando llega el seis de agosto, a los historiadores, profesores y toda persona que de una u otra manera se haya sensibilizado con el tema, nos viene a la mente la tragedia que, este día de 1945, sufrió Hiroshima.
El poder destructor de esta nueva bomba fue impresionante como se demuestra en esta clásica fotografía (Edit. Vicens Vives) y como reflejó M. Aguirre:
“Hiroshima tenía 250. 000 habitantes. En los primeros dos minutos murieron alrededor de 60.000 hombres, mujeres y niños; otros 100.000 resultaron heridos. La mayor parte se desintegraron por la bola de fuego, y el resto murió debido a la presión y a los vientos de fuego, además de los derrumbes. En un segundo la temperatura subió a 3000 grados centígrados. Se calcula que el total de victimas fue de 200.000 personas (…) En el curso de las semanas siguientes los supervivientes notaron la aparición de pecas en la piel -en realidad, centenares de pequeñas llagas- a las que se sumaron vómitos, fiebre y sed. Los glóbulos blancos se redujeron, mientras comenzaban las hemorragias intestinales, la diarrea y la pérdida de cabello. Los hombres supervivientes se volvían estériles y las mujeres sufrieron alteraciones en su ciclo menstrual. El cáncer, la ceguera, la leucemia y las malformaciones en los descendientes fueron moneda común (...)". El País, 7 de agosto de 1983.
Hoy, el alcalde de Hiroshima ha dicho en la ceremonia de recuerdo: "Las hibakushas (o víctimas de la bomba atómica) todavía sufren un infierno que aún continúa".
Esta imagen muestra cómo la cúpula del observatorio se mantuvo erguida en medio de una ruina total. Hoy se conserva y, muy cerca, se ha contruido un monumento a la paz
